Estaba tallando gemas una tarde en Belegost;
ya llevaba siete horas; pronto iban a ser las dos.
Me paré a echar una siesta, porque es duro trabajar
bajo tierra en el verano aunque uno sea un enano.
Me invadió el sopor y pronto una extraña sensación
llegó a mí, cual si me fuera lejos de mi habitación;
dejé atrás las Ered Lindon y pensé, cruzando el mar:
«Voy, si alguien no lo remedia a dejar la Tierra Media».
AULE,
soñé por un momento que era AULE;
el Vala de las forjas, el ferrón;
el dios de los enanos.
Aule, creador, mi AULE;
Aule en Valinor.
Los días pasaba en Valmar, entre torres y un vergel;
discutía con Yavanna y charlaba con Manwe;
iba de Copas a Túna y decía a Finarfin:
«¿Qué ostias les habrá pasado a los Noldor exiliados?»
Me reunía en el Anillo gravemente a disponer
si pintamos de amarillo las moradas de Elbereth;
y entre tan duras cuestiones se iba el tiempo sin sentir:
¡qué difícil y estresante la vida del gobernante!