Ningún enemigo tomó Cuernavilla,
siempre resistieron sus recias murallas.
Sobre el adarve la noche declina
y las huestes de orcos avanzan altivas.
El cielo bermejo cubre las montañas,
nos alberga bajo su palio infinito
y la luna, cautiva de la madrugada
nos deja, arrastrando su manto de plata.
La noche fallece
sobre Cuernavilla
y el alba estremece
la sangre enemiga.
Henchido de un nuevo vigor
el rey sale del Gran Peñón.
Resopla el caballo anegando un relincho,
la espuela golpea su fuerte costado
se abren las puertas, se entorna el postigo,
la brisa porta mofas del enemigo.
¡Cabalga, jinete, que yo iré a tu lado!
¡Cabalga tiñendo de sangre tu lanza!
Por la rampa bajan cientos de soldados,
sobre sus monturas entre orcos avanzan
Cruzando los prados
cabalga el eorlinga
siguiendo los pasos
del rey que los guía,
henchidos de furia y valor,
airados, la Casa de Eorl.
¡Luchad, Eorlingas! Helm ha regresado,
su cuerno bramó en la alta atalaya,
¡luchad, Eorlingas! ¡Luchad sin descanso!
¡Matad Uruk-hai al amparo del alba!
El cielo bermejo cubre las montañas,
nos alberga bajo su palio infinito,
y la luna, cautiva de la madrugada
nos deja, arrastrando su manto argentino.